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El fantasma, por Flavia Rago. Consigna 4, Nivel A - Módulo 4


Se desvivía por su casa y su marido, lo eran todo para ella.

Hacía un tiempo notaba que se sentía muy sola y que nada de lo que realizaba alcanzaba para llamar la atención de su esposo. Ella tampoco se sentía satisfecha con su vida.

La idea de un engaño comenzó a rondarle en la cabeza y cada vez se hacía más y más fuerte. No tenía registro exacto de cuándo habían comenzado esas sensaciones, pero estaba realmente muy molesta con él por hacerla sentir de esa manera. Él era el causante de su descontento, de su frustración, de su desazón y su locura inminente.

Buscaba continuamente pistas de la aventura que imaginaba que él tenía, marcas en su cuello, manchas de lápiz labial en sus camisas, papeles con mensajes en sus bolsillos… algo, algo que confirmara sus sospechas.

No entendía el porqué de sus llegadas tarde después del trabajo. No creía las explicaciones que le daba cuando le decía que tenía entre manos una obra muy importante en la fábrica.

Cada vez que llegaba tarde ella le propinaba una andanada de insultos y quejas que él escuchaba estoicamente dejándola desahogarse. Y luego, al verla abatida y temblorosa, intentaba calmarla abrazándola y hablándole suavemente, tratando de que entendiera que no había ninguna otra mujer en su vida.

Sin embargo, ella no creía en sus justificaciones y al pasar de los meses sintió que su pesadilla no acabaría nunca.

Su imagen se fue deteriorando, sus ojeras eran evidencia de que no se encontraba nada bien, incluso había perdido peso.

Por el contrario la imagen de la otra mujer, se hacía más visible y fuerte en su cabeza. La imaginaba bella, esbelta, delgada y con un cabello brillante.

Ya no aguantaba las pesadillas que sus pensamientos le provocaban.

Un día él llegó muy cansado, y como siempre desde hacía un tiempo ella comenzó con su descargo.

Agotado por no poder hacerla entrar en razones, la única solución que encontró fue la de llamar a un psiquiatra para intentar con un tratamiento. Concertó una cita y ella se dejó llevar sin oponerse demasiado, y al cabo de una semana decidieron la internación.

Ya nadie creía que su delirio tuviera solución, asique tan solo se limitaban a medicarla, y trascurría sus días en la habitación, con la mirada perdida.

Un día de los tantos que llevaba allí metida, enfrascada en sus locos pensamientos, sintió un golpe suave en la puerta que la sacó de su ensimismamiento.

Juntó fuerzas para levantarse de la silla en la que descansaba. Estaba segura que era ella. Lo intuía.

Contuvo la respiración y abrió la puerta. Instantáneamente, la invadió una sensación de horror. Una mujer insignificante, avejentada, con el cabello revuelto y la cara llena de arrugas, estaba a su lado.

De inmediato distinguió al fantasma que la perseguía desde hacía más de un año y medio, el que la había hecho sufrir injustamente. Comprendió que era la soledad personificada, y captó también que definitivamente había perdido al amor de su vida para siempre.



Flavia Rago
Modalidad: a distancia
Nivel A- Módulo 4, consigna 4 beta
Campus Virtual- Profesora: Julia Martín
Biblioteca Popular “José A. Guisasola”
Agosto de 2015

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