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EL DIVÁN ROJO. Por Fidel José García. Nivel A – Módulo 2, consigna 2 gamma


La luz que se filtraba desde el ventanal daba directamente sobre el atril.
El lienzo aun virgen esperaba las caricias del pincel cargado de óleo.

La ceremonia del bosquejo había finalizado, los trazos de negro crayón mostraban un bello cuerpo sentado lánguido sobre un diván.
Las piernas recogidas resaltaban la belleza de sus formas, los pechos pequeños y erguidos y la cabellera se deslizaba sobre su rostro, como claras señales de juventud.

Eduardo miró a su modelo:

—¿Estás cómoda? —le preguntó.

—Adelante —respondió ella.

Tomó el pincel dispuesto a comenzar la tarea, lo pensó mejor, lo dejó nuevamente sobre la paleta, se acercó a Nicole, la tomo por los hombros y besó con pasión, Nicole lejos de oponerse, lo abrazó amorosamente.

Luego soltándolo suavemente le reprochó:

—Tendré que ubicarme de nuevo amor, me moví toda.

—Eso no me preocupa, lo que sí me preocupa es esta situación, si llega a sospechar algo... sabemos que es capaz de cualquier cosa.

El silencio se apoderó del lugar, por largo rato ninguno se atrevió a romperlo.

—Estoy preparada para lo que sea —dijo por fin Nicole— no puedo más, cada vez que me toca siento que voy a vomitar, y el parece adivinarlo, entonces es cuando más me exige, me aprieta de tal manera que marca sus dedos en mi piel, y me dice amenazadoramente: “Si me dejas te mato a vos y a la basura que se atreva a quererte”.

Eduardo se llenó de dudas, ¿valía la pena exponerse así?, ¿y si además de ellos dos, se la tomaba con su mujer? Adriana era buena, sensible y bonita, sólo que había perdido el fuego, la pasión de los primeros tiempos ¿o había sido él quien la perdió?

No era eso lo que ahora importaba, el tema era que había demasiada gente en riego a manos del psicópata novio de Nicole.

El chirrido de la puerta al entreabrirse le paralizó el corazón, la figura se recortó sobre el rellano, su mano sostenía el arma, los miró con mezcla de asco e indiferencia. “Pensaron que no me enteraría perros, hijos de puta” y antes que Nicole pudiera gritar le disparó a quemarropa.

Nicole cayó como una marioneta a la que le cortaron los hilos, la mancha roja de sangre se confundió con el color del diván. Eduardo miró con ojos de asombro, sin poder creer que aquello estuviera ocurriendo.

El disparo le dio en el centro del pecho.
Lo último que vio antes de morir fue a su mujer con la pistola aún humeante en su mano y su boca escupiendo sobre su cuerpo agonizante.



Modalidad: a distancia
Campus Virtual – Profesora: Julia Martín
Biblioteca Popular “José A. Guisasola”
Junio de 2015

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